Nació en Portugalete
(Vizcaya, España), el 9 de noviembre de 1930, ordenado sacerdote en Innsbruck, el 26
de julio de 1961gran filósofo y
teólogo.
El primer escrito que impactó en la
conciencia nacional fue, Teología política, publicado por el
Secretariado Social del Arzobispado de San Salvador en 1973, traducido al
inglés (1976) y al chino.
Enseñó teología para seglares en cursos
nocturnos a estos cursos asistían miembros de las comunidades de base,
profesionales y estudiantes universitarios.
Fundó el Centro de Reflexión Teológica,
organizó la maestría en teología, dirigió la revista ECA, fue
Rector de la UCA y Vicerrector de Proyección Social.
En 1970 le encargaron la dirección de
la formación de los jóvenes jesuitas, a quienes intentó transmitirles su pasión
intelectual, su celo apostólico y sus inclinaciones deportivas –el frontón. Insistió
en que el jesuita debía estar bien formado para poder responder eficazmente a
los retos de la sociedad y la historia, se preocupó porque cada estudiante
encontrara la vocación a la cual había sido llamado. Promovió y apoyó nuevas
experiencias comunitarias y apostólicas entre los estudiantes, entre ellas la
de Aguilares, llevada por Rutilio Grande y un equipo de jesuitas, favoreció la
apertura de una comunidad de estudiantes Jesuitas.
Ellacuría no seguía línea de nadie y
por eso vio con claridad, antes que cualquier otro, que la guerra y la
violencia no eran salida alguna para los problemas sociales de El Salvador, propuso
primero el diálogo y después la negociación.
Ellacuría se dejó llevar por la fe de
Mons. Romero y la del pueblo crucificado, La fe lo llevó al martirio, se
esforzó por "actuar con justicia, repetía que había que hacerse cargo de
la realidad y cargar con ella.
Fundó la Cátedra de Universitaria de
Realidad Nacional en la UCA, convirtiéndose en un foro abierto, donde se
discutieron problemas nacionales y regionales, desde esta cátedra, pidió a sus
adversarios que combatieran sus ideas con otras ideas y no con bombas ni con
balas
La opción universitaria a favor de la
liberación de las mayorías empobrecidas estaba haciendo estragos en su salud y
su ánimo, llevaba tres años muy cansado y padeciendo quebrantos de salud. El
registro de la residencia hecho por el batallón Atlacatl la noche del 13 de
noviembre no lo interpretó como una amenaza grave, sino como una señal de
seguridad.
Su muerte pasó a formar parte de
turbulencias superficiales. Su vida y la de sus compañeros, entregada libre y
generosamente, forma parte del curso profundo del proceso salvadoreño.
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