Ser médico es estar al
lado del enfermo, nunca por encima de él.
Por: Dra. Fátima Gutiérrez
Pastoral de la Salud
Vicaría Episcopal de Promoción Humana
Ser médico en esta época en el que se lucha contra una cultura de muerte,
es todo un reto y se torna aún más
difícil para un medico católico, que debe defenderla y cuidarla desde la concepción,
en todas sus etapas y hasta su
finalización natural.La vida es un regalo gratuito de Dios.
Aprendí que para ser un buen médico se necesita las tres “haches”:humor, humanidad y humildad. Humor como
parte fundamental de la terapia de la vida, reír y disfrutar a los y con los
pacientes.
Humanidad teniendo presente que cada paciente
es una persona no una enfermedad y que fue creado a imagen y semejanza de Dios,
que posee una altísima dignidad que estamos llamados a respetar y a promover.La
humanidad nos lleva a afirmar que "ser" con el enfermo puede ser más
importante que el "quehacer". Significa escucharlo, acogerlo con sus
preocupaciones, esperanzas, dificultades, con su historia, sus miedos, sus
angustias; centrarnos en su persona, reafirmando su dignidad y su grandeza de
ser creación de Dios.
Humildad como
principio de la sabiduría humana, establecer con él enfermo una relación de igual a igual, siempre a su lado nunca por encima de él. Estar
consiente de mis limitaciones como profesional y ponerlas ante Dios.
Al médico se le exige, y él debe exigirse a sí mismo, abandonar antiguas
posiciones de privilegio y revestirse de humildad, actitud de servicio y amor.
Tenemos que reconocer el supremo
valor del hombre, su dignidad, su libertad, su transcendencia en cualquier
situación de salud y de enfermedad. El derecho que tiene el hombre a vivir su
vida y su muerte propias sin expropiárselas con nuestros tecnicismos.
La fórmula que me ha permitido realizarme
como cristiana y profesional, ha sido el meterme en la piel del enfermo que
acude en busca de mi servicio, sentir lo que ellos sienten me ha permitido
estar atenta a sus problemas, estar accesible, a que las personas no les cueste hacerme una
consulta sobre su estado de salud. El
medico católico es aquel que conociendo sus limitaciones, antes
de recibir a un paciente recuerda invocar al Espíritu Santo, para que le
conceda la gracia de la sanidad y los dones de ciencia, consejo, entendimiento
y humildad. Los recuerda no solo antes que ingresen a la consulta, sino también
en la eucaristía en lo posible diaria y en sus oraciones.
Ser médico católico es ser como
Cristo Buen Samaritano, expresando
la totalidad del acercamiento terapéutico del buen samaritano, que cuando cura
anuncia la buena noticia del Padre.
Juan Pablo II nos dice que buen
samaritano es aquel que sabe:
• Detenerse: pararse, encontrar tiempo y espacio, no pasar de largo,
estar dispuestos a cambiar programa, no permanecer indiferentes.
• Acercarse: para escuchar, comprender, compartir, acompañar.
• Darse: hacerse don, cargar y
cuidar, hacerse prójimo, vendar heridas con óleo y vino. Hospedar al enfermo en
nuestro corazón, para que se sienta como en su casa. Ser compañía silenciosa y
cariñosa.
El médico católico es el que descubre
en su vocación personal una aspiración a “ser la imagen viva de Cristo y de su
Iglesia en el amor a los enfermos y los que sufren” "Sólo un hombre humano puede ser un buen médico. La medicina si
es ejercida con amor, como cosa sagrada, solo debe de enseñarse a personas
sagradas, esto es, dignas de respeto y veneración". Hipócrates 400 A.C.
Por tal motivo felicitamos en el
mes de Julio a todos los médicos católicos que realizan esta gran misión.
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